Una tarde de domingo. Una tarde de un domingo cualquiera, lo malo que era una tarde gris, oscura y lluviosa. De esas en las que apetece quedarse en casa y taparse con la mantita y ver una película maravillosa, por ejemplo, "Lo que el viento se llevó".
Un viaje en autobús, viendo por la ventana la poca gente que se animaba a pasear por las calles mojadas de Madrid.
El encuentro con gente estupenda y maravillosa. Gente a la que conozco hace muy poco tiempo. No soy de las que creen que a los amigos hay que conocerlos cuando eres pequeña, y si no es así, mala suerte, ya no los voy a considerar tan amigos como a Juanito y a Mari Pili.
Un edificio ostentoso, grande, bonito, con escaleras suntuosas por las que bajar con un vestido como los de Escarlata O'Hara... y que todos se den la vuelta para admirar a la portadora de ese vestido...
Era mucho más prosaico lo que íbamos a ver: mercadillo italiano navideño. Vimos, revolvimos, preguntamos, y lo mejor de todo, compramos poco y nos reímos mucho.
Poco más que contar. Hay algo que debo matizar, no fue un domingo cualquiera. Fue especial. No me gusta pedir, pero sí pediría que se aprovechen y disfruten esos días especiales, esos tesoros y regalos que nos salen al encuentro. Nuestra vida está hecha de momentos, y cuantos más tengamos de los buenos y especiales, mucho mejor.
3 comentarios:
Mmmmm,buscaremos más momentos especiales...
Besos escarlatas.
Lo ideal es encontrarlos y, sobre todo, saber reconocerlos, porque seguro que nos salen al encuentro.
Lo fantástico es poder dar la vuelta a un domingo en principio gris, ser capaz de llenarlo de color y risas...la lluvia no molestaba, ni el frío, ni las cafeterias cerradas...
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